A principios de siglo se fue difundiendo entre la burguesía un espacio más elegante que la taberna, el café. Apareció en la primera década y triunfó durante el Trienio Liberal (1820-1823), cuando las Sociedades Patrióticas que albergaban estaban en plena efervescencia. Espacios de la naciente sociabilidad política y promotores de la opinión pública, los cafés sirvieron como instrumentos del liberalismo. Los clientes pasaban largas horas leyendo periódicos o escuchando versos, conversando y haciendo tertulia literaria o política.