El Tratado de la Cuádruple Alianza firmado en abril de 1834 suponía el apoyo de Francia y Gran Bretaña a los gobiernos liberales de Portugal y España en sus respectivas guerras civiles. En agosto de 1834 España consiguió añadir una cláusula a este tratado por la que Francia se comprometía a cerrar la frontera a los carlistas. Pero eso no fue suficiente y ya en 1835, el gobierno de Martínez de la Rosa solicitó el envío directo de tropas. Tanto franceses como británicos evitaron participar directamente en la guerra carlista, enviando tropas especiales de voluntarios o, en el caso francés, la Legión Extranjera.
Estas tropas, fogueadas en la guerra de Argelia, estaban formadas por aventureros de diversas nacionalidades, de carácter pintoresco pero sometidos a una férrea disciplina. El 27 de junio de 1835 partían de Argel y, tras hacer cuarentena en Mallorca, llegaron a Tarragona el 16 de agosto los poco más de 5.000 hombres que componían la Legión.
El mando de la Legión recayó sobre el general Bernelle, hombre de escasa personalidad por lo que el verdadero líder de estas tropas fue su segundo Joseph Conrad, oficial alsaciano querido y admirado por sus hombres y que dejó su vida en Barbastro, en mayo de 1837, tratando de evitar la huida de sus legionarios ante un ataque carlista.
La primera acción en la que participó la Legión Extranjera Francesa fue la del castillo de Guimerá (Lleida), en septiembre de 1835, donde tras conseguir la rendición de los 80 carlistas que lo defendían los pasaron por las armas. Esto hizo que los carlistas nunca les dieran cuartel y fusilaran a todo miembro de la legión que cayera en sus manos.
En diciembre del 1835 la legión se trasladó a Sangüesa y a primeros del siguiente año a Vitoria. Inmediatamente participaron, junto a la Legión Auxiliar Británica, en la acción de Arlabán, de donde tras numerosas pérdidas tuvieron que volver a la capital alavesa.
A lo largo de 1836 la Legión Extranjera Francesa pasó por muchas dificultades: escasez de víveres y vestuario, retrasos en las pagas, etc. lo que impedía que se cubrieran las bajas producidas por los combates, los licenciamientos y las numerosas deserciones. Hubo tantos legionarios que se pasaron a las filas carlistas que se formó un batallón de 850 hombres con ellos, al que denominaron Batallón Argelino.
En marzo de 1837 la Legión Extrajera se batió contra los carlistas en Larrainzar y Dos Hermanas. Dos meses después, durante la Expedición Real, se produjeron las batallas de Huesca y Barbastro, especialmente sangrienta esta última para la Legión que tuvo que enfrentarse precisamente a sus desertores del Batallón Argelino, donde perdió no sólo a su jefe Conrad sino que prácticamente supuso su desaparición. En el mes de julio se produjo una reorganización de la Legión en la que tanto la caballería como la artillería fueron incorporadas al ejército español, mientras que el resto de la Legión Extranjera sufrió una etapa de agonía hasta su definitiva disolución en diciembre de 1838.