Era el nombre que recibían los Voluntarios de Gipuzkoa en defensa del trono de Isabel II contra los carlistas a la muerte de Fernando VII. Su denominación se debía a la boina roja que usaban en su uniforme. Los defensores de la causa de Don Carlos los llamaban "peseteros" por la paga de una peseta al día que recibían del gobierno liberal. Fueron profundamente odiados por sus enemigos por su activa disposición a la lucha y porque conocían el terreno tan bien como los propios carlistas, lo que eliminaba la ventaja que éstos poseían al enfrentarse a tropas del ejército regular.
La mayoría de los voluntarios eran de origen urbano, siendo San Sebastián, Tolosa, Ordizia y Eibar las poblaciones que más hombres aportaron. No obstante, al no conseguir suficientes voluntarios de la propia provincia, tuvieron que reclutar gente de otros orígenes, entre ellos muchos franceses. La Diputación ordenó que, por lo menos, los oficiales que se reclutaran fueran de ésta provincia.
Su primer comandante fue Gaspar Jauregui "El Pastor", antiguo líder de la guerrilla antinapoleónica en Gipuzkoa, que regresó del exilio francés para hacerse cargo de esta responsabilidad. Los primeros meses el batallón de txapelgorris desplegó sus actividades por toda la provincia, destacándose en la vanguardia de las tropas que perseguían a las poco organizadas tropas carlistas.
Acompañaron al general Rodil, que sucedió a Quesada en el mando de las tropas liberales en el Norte, en su persecución del Pretendiente el verano de 1834, participando en la quema del Santuario de Aránzazu. La mayoría de los historiadores exculpan a los txapelgorris, de la responsabilidad de este incendio ordenado por Rodil, furioso por no haber dado alcance a Don Carlos y que acusaba a los frailes franciscanos de connivencia con los carlistas. El batallón de txapelgorris actuó, en esta ocasión, bajo las órdenes de su segundo comandante, Anselmo de Iñurrigarro.
También perteneció a este cuerpo, en el que inició su larga y brillante carrera militar, Francisco Lersundi, político y hombre de Estado que llegó a presidir varios gobiernos y fue líder del partido moderado.
A finales de 1835 el batallón de txapelgorris, bajo las órdenes de Iñurrigarro, fue enviado a Álava, donde tuvo un grave conflicto con Espartero. En diciembre se produjeron varios robos sacrílegos en las iglesias de La Bastida, Subijana, Ulibarri y Haro, de los que fueron acusados los txapelgorris. Espartero los mandó reunir en Gamecha, y al no conseguir encontrar a los culpables, mandó fusilar a diez de sus hombres por sorteo, lanzando durísimas acusaciones contra todo el batallón de txapelgorris. Iñurrigarro muy ofendido, solicitó el apoyo de Joaquin Mª Ferrer, diputado por Gipuzkoa, que acusó a Espartero en las Cortes de precipitarse al mandar los fusilamientos y de lanzar falsas acusaciones sobre los abnegados txapelgorris.
Entre los fusilados se encontraba el alcalde Lezo, voluntario muy apreciado por Iñurrigarro, y solo un guipuzcoano más. También fueron fusilados un vizcaíno, un castellano, dos navarros y cuatro franceses, lo que nos da una idea del origen de los miembros de este cuerpo del ejército.