La artillería será el arma que más evolucionará durante esta guerra. Al iniciarse el conflicto no había en España artillería de montaña, pero diez meses después el ejército liberal contaba con 16 piezas completamente montadas. Estas piezas eran cañones de a 8 y obuses de a 7, de escasa capacidad destructora.
Para poder abastecer al frente del norte se creó una maestranza en Burgos y pequeños parques en Vitoria, Logroño, Bilbao y San Sebastián.
Los cambios más importantes en el cuerpo de artillería se produjeron en 1838 durante el ministerio del general Alaix. Se adoptó el uso de los obuses de a 12, como los que usaba ya la Legión Extranjera Francesa.
Hacia el final de la guerra el ejército liberal contaba con un importante parque de piezas ligeras, 104 de artillería a lomo y 64 de arrastre.
En cuanto a las piezas fijas, prácticamente todas estarán en manos liberales ya que las principales guarniciones militares estuvieron en sus manos durante toda la guerra.
La superioridad de la artillería liberal fue clave en el fracaso de los sitios de Bilbao y, por lo tanto, en el desarrollo general de la guerra, ya que los defensores de la ciudad tuvieron siempre mayor capacidad artillera que los propios sitiadores carlistas.