Nació en Moig (Irlanda) en 1787. Entró como voluntario en el ejército en 1806 y su primer destino estuvo en la India. Participó en la Guerra de la Independencia española, entre otras en la batalla de Vitoria, donde las tropas de Wellington se impusieron a las napoleónicas. Tras tomar parte en la batalla de Toulouse se incorporó en el Estado Mayor del General Ross, siendo protagonista de la conquista de Washington y Baltimore por las tropas británicas en 1814. Volvió a Europa para tomar parte en la definitiva batalla de Waterloo, donde fue tal su exposición ante el enemigo que le mataron dos caballos. Culminó esta última campaña contra Napoleón con el grado de Capitán.
Sus inquietudes políticas le llevaron al Parlamento en 1830, siendo elegido en sucesivas elecciones hasta su retirada de la política en 1865. Curiosamente para un militar, defendió posturas liberales, sin que esto fuera un problema para avanzar en su carrera.
En 1835 aceptó comandar la Legión Auxiliar Británica enviada a España para defender los intereses de Isabel II en la Primera Guerra Carlista. Este cuerpo de ejército estuvo compuesto por voluntarios a los que hubo que formar como soldados dada la escasa experiencia militar de la mayoría de ellos. Evans dirigió a la Legión en las principales acciones en las que participó en esta guerra: la defensa de San Sebastián desde su llegada en julio de 1835, la batalla de Arlabán en enero de 1836, la derrota de Oriamendi en marzo de 1837 y la toma de la línea de la costa desde Pasajes a Irun en mayo del mismo año.
Durante este periodo los británicos construyeron un fuerte sobre Pasajes de San Juan al que denominaron Lord John Hay, en honor al responsable de la Marina británica en el Cantábrico.
Poco después, al cumplirse los dos años de servicio, Evans volvió a Gran Bretaña a pesar de los intentos de las autoridades españolas para que continuase al frente de la Legión. A su llegada a Londres fue ennoblecido con el título de Sir y ascendido en su carrera militar por los servicios prestados en esta campaña.
Tras su participación en la Primera Guerra Carlista volvió a su carrera política sin abandonar el ejército. En 1854 fue nombrado comandante de la 2ª División del Ejército del Este en la guerra de Crimea. Contribuyó de manera destacada a la victoria en la batalla de Alma, donde fue herido. Tras su brillante participación en esta guerra fue felicitado por la Cámara de los Comunes a su regreso en febrero de 1855. En 1861 fue ascendido a general. Murió en Londres el 9 de enero de 1870.