El famoso Espoz y Mina presentó su dimisión irrevocable en abril de 1835, dejando el mando militar al general Valdés, a cuyo cargo también se encontraba el Ministerio de la Guerra. Aunque anteriormente había sido vencido por Zumalacárregui, ahora contaba con unas tropas más numerosas.
En cuanto llegó a Euskal Herria, Valdés se dirigió con 20.000 soldados a someter el refugio que Zumalacárregui más amaba: el valle de las Améscoas.
El de Ormaiztegi solamente contaba con 5.000 hombres para hacerle frente, pero lo estrecho del valle no ayudaba al movimiento de tropas numerosas. El 21 de abril, los liberales entraron en las Améscoas y lograron hacerse con la localidad de Eulate mientras Zumalacárregui se retiraba a San Martín.
Tras incendiar la fábrica de pólvora que los carlistas tenían en Eulate, los liberales se dirigieron a Urbasa por los puertos de Eulate y Aranarache. Los 20.000 liberales pasaron una incómoda noche jalonada por los tiros de la guerrilla carlista cerca de la venta de Urbasa, mientras los carlistas descansaban repartidos por los pueblos del valle de las Améscoas.
Al día siguiente, los liberales comenzaron a bajar por el puerto de Artaza con la idea de refugiarse en Estella. Pero allí les esperaban los carlistas. Después de una dura lucha, los liberales hicieron valer su superioridad numérica para franquear el paso y escaparon a la carrera hacia Estella perseguidos por los carlistas. El recorrido entre Urbasa y Estella fue muy duro para los liberales, ya que eran demasiado numerosos para los estrechos caminos que debían atravesar. Algunos llegaron de noche a Estella y otros se refugiaron en Abárzuza. En la confusión de la noche los liberales se dispararon entre sí, causando 50 bajas en las filas de Valdés, además de 200 heridos y 250 prisioneros en manos carlistas.