Nacida
en Azkoitia (Gipuzkoa) en 1782, murió en 1854 en Abando (Bizkaia).
Siendo niña se quedó huérfana y se crió
con su tío Juan Antonio Mogel, cura y escritor, residente en
Markina (Bizkaia). Allí aprendió a leer y escribir en
euskera, castellano y latín.
Con 22 años, publicó Ipui onac, traducción
del latín a nuestra lengua de las fábulas de Esopo, obra
que fue reproducida en "Euskal-zale" de Bilbao en el año
1899, y en "Euskal-Esnalea" en 1912.
Se trata del primer libro de fábulas escrito en euskera.
En aquella época traducir directamente del latín
no era tarea fácil, debido a que la lengua vasca carecía
de una normativa y no era sencillo decidir entre sus numerosos
dialectos.
También escribió algunos versos. Su modelo literario
lo recibió de su tío: limpio, culto, pero entendible,
ya que escribía para niños y campesinos, según
sus palabras. Tras las fábulas escribía comentarios
comprometidos, insistiendo en las relaciones entre los señores
y campesinos, pidiendoles generosidad y docilidad. No hay que
olvidar que en aquella época la mayoría de los campesinos
eran pobres y la división social y política estallaba
en revueltas, motines y guerras.
Dice Luis Villasante en su "Historia de la Literatura Vasca":
Vicenta nos ha dejado un libro notable por varios conceptos. En
primer lugar, por estar escrito por una mujer, caso único
en nuestra literatura vasca antigua. Es de notar, además,
que la autora no contaba más de veintidós años
cuando lo publicó en 1804, el mismo año de la muerte
de su tío cura.
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En
aquella época no estaba bien visto que las mujeres escribieran
y algunas utilizaban seudónimos masculinos, como Fernán
Caballero (Cecilar Bohr de Faber). Rosa Gudmundsdóttir, escritora
islandesa, que se hizo muy conocida en su país por su facilidad
de improvisar versos contando sus amores desgraciados, pero sin dejar
su trabajo de criada, como correspondía a su sexo y condición.
Tal vez el caso más conocido sea el de Mary Shelley, autora de
"Frankenstein", novela que muchos desconocen que la escribió
una mujer.
Charlotte Bronte, que publicó "Jane Eyre", envió
sus poemas a un prestigioso poeta para que le diera su opinión.
Este le respondió que no le faltaba talento, pero que una mujer
no debería dedicarse a escribir y mucho menos a publicar.
Vicenta reconocía su atrevimiento por ser escritora y sabía
que muchos lectores se preguntaban por qué no se dedicaba a coser
y a otras labores más adecuadas para una mujer. Pero ella se
crió en una casa de alto nivel cultural y fue su tío quien
le enseñó el latín y la animó a escribir.
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