Los envenenamientos de Vitoria:
La Legión Auxiliar Británica en la Primera Guerra Calista.
El 28 de marzo de 1836, a las tres de la tarde, en la Plaza Vieja de Vitoria, fue ejecutado por medio del
garrote vil el panadero carlista José Elósegui. Su muerte fue celebrada por miles de vivas y hurras de los soldados liberales, sobre todo de la Legión Británica. No era leve el crimen del que se le acusaba: asesinato de mil soldados británicos en tres meses. Elósegui era carlista y se aprovechó de su buena posición social y económica para espiar y animar a los soldados liberales a desertar. Cada uno de estos dos delitos habría bastado para condenarlo a muerte, pero su gran crimen fue el asesinato de mil hombres. ¿Cómo? Era panadero y envenenaba la masa. No se sabe a ciencia cierta qué utilizaba, pero el caso es que miles de soldados enfermaron lentamente de lo que parecía tifus o disentería. Los médicos se desesperaban porque no hallaban remedios efectivos.
El invierno era frío y húmedo, la comida escasa y a menudo putrefacta; los oficiales se alojaban en casas y la tropa en iglesias y conventos, tenían poco combustible para calentarse y paja en le suelo en vez de camas. En aquellas circunstancias no era extraño que proliferaran las enfermedades, pero sí que sólo afectaran a los ingleses. Además, como cobraban la paga tarde y mal, muchos británicos acabaron desertando al lado carlista. Y así descubrieron a Elósegui, cuando un desertor escribió a un soldado enfermo recomendándole que se pasara de bando y para ello se pusiera en contacto con el panadero. El soldado mostró la carta a un oficial y comprobaron que la sospecha de que el mal provenía del pan era cierta, aunque hasta entonces ni se les había ocurrido que el envenenamiento fuera voluntario.
La única batalla importante durante su estancia en Vitoria fue la de Arlaban. Allí los carlistas fusilaron a cinco ingleses; eso sí, como eran protestantes, antes los bautizaron para garantizar la salvación de su alma. Los fallecidos en Vitoria eran enterrados en huertos; el Ayuntamiento daba permiso de enterramiento siempre que se hicieran dos fosas, una para protestantes y otra para católicos, pues también había irlandeses. Los vitorianos no recibieron con agrado a sus defensores. Además de que muchos eran partidarios de los carlistas, los problemas de convivencia se multiplicaron: se hacinaron 12.000 soldados, españoles y británicos, alojados en iglesias y conventos que fueron robados, profanados, ensuciados; sacrificaban ganado en las calles; pisoteaban los huertos; golpeaban a los vecinos; la escasez de carbón, leña y alimentos disparó los precios, militares y civiles se denunciaban mutuamente... fue una auténtica invasión. Cuando por fin se marcharon, la alegría fue generalizada en ambos lados. En San Sebastián la acogida fue diferente, pero ésa es otra historia.
La Legión Axiliar Británica se formó en 1835 para combatir en la Guerra Carlista en un periodo de dos años. Fue organizada por el Gobierno Británico como ayuda al español, pero eran soldados voluntarios. No luchaban por un ideal político, sino por dinero. Como decían los periódicos ingleses, se apuntaron toda clase de ladrones, vagos y maleantes de Londres, Manchester, Glasgow y otras grandes ciudades. Se les ofrecía la amnistía de los delitos, paga y comida durante dos años y paga de tres años a la vuelta. No se les pedía instrucción militar. No era poco a los ojos del lumpen británico, pero la aventura estuvoplagada de infortunios. De los 8.500 soldados que estuvieron en el País Vasco, murieron unos 2000, la mitad en Vitoria y no peleando; otros 2.000 quedaron inválidos. También fueron muchos los desertores. Cuando los licenciaron en 1837, unos 1700 se quedaron en San Sebastián. El resto volvió a Gran Bretaña, pero no los quisieron ni recibir y no cobraban lo que se les debía, por lo que se dedicaron al robo y muchos murieron de hambre. En 1838 los inválidos asaltaron la embajada española con intención de cobrar las deudas y hubo reclamaciones hasta 1860. Fue realmente desgraciada la historia de la Legión Auxiliar Británica.